Convención Internacional de Brujas Kamikazes
Primera parada: Bruselas
Hay conjuros que se recitan con acento gaditano, mientras los mejillones belgas burbujean como en un caldero y el chocolate se transforma en poción de larga vida.
La primera parada de esta convención secreta ha sido Bruselas, y la anfitriona, mi querida Alicia, ha desplegado toda la magia de las amistades que no entienden de distancias ni calendarios: diez años sin vernos, pero nos encontramos como si hubiéramos quedado ayer.
Ella, un torbellino de vida y chispa; él, Otmane, calma en estado puro y corazón de oro. Juntos llevan más de 25 años desmontando prejuicios y demostrando que el cariño, bien cuidado, sigue fresco y vivo. Sus hijos —ojos negros, piel morena, sonrisa que ilumina— me hablaron en español con acento de Cádiz, igual que su madre. Y yo me derretí un poquito.
Entre paseos sin rumbo por Bruselas, mejillones deliciosos y un rato de descanso en su casa, hablamos de mi horizonte: mi futura casita de la sierra, mi libertad creciente como madre, y mi equipo de trabajo tan majo. Y, claro, le conté mi historia con David… en versión ligeramente adaptada. Le enseñé una foto y le describí su altura, y Alicia, sin pensarlo, pronunció la frase que llevo años esperando escuchar:
—Por fin alguien te alcance y te abarque.
La bruja mayor había hablado. Y yo, sonriendo, me lo guardé como quien guarda un talismán.
El día terminó con aventuras ferroviarias dignas de manual: trenes que cambian de vía sin avisar, retrasos de horas por paquetes sospechosos y un silencio informativo que solo sirve para aumentar el caos. Lo mismo pasa en la vida: un poco de comunicación clara y se suavizaría el impacto de cualquier incidencia.
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