jueves, 14 de agosto de 2025

Convención Internacional de Brujas Kamikazes

Primera parada: Bruselas


Hay conjuros que se recitan con acento gaditano, mientras los mejillones belgas burbujean como en un caldero y el chocolate se transforma en poción de larga vida.

La primera parada de esta convención secreta ha sido Bruselas, y la anfitriona, mi querida Alicia, ha desplegado toda la magia de las amistades que no entienden de distancias ni calendarios: diez años sin vernos, pero nos encontramos como si hubiéramos quedado ayer.


Ella, un torbellino de vida y chispa; él, Otmane, calma en estado puro y corazón de oro. Juntos llevan más de 25 años desmontando prejuicios y demostrando que el cariño, bien cuidado, sigue fresco y vivo. Sus hijos —ojos negros, piel morena, sonrisa que ilumina— me hablaron en español con acento de Cádiz, igual que su madre. Y yo me derretí un poquito.


Entre paseos sin rumbo por Bruselas, mejillones deliciosos y un rato de descanso en su casa, hablamos de mi horizonte: mi futura casita de la sierra, mi libertad creciente como madre, y mi equipo de trabajo tan majo. Y, claro, le conté mi historia con David… en versión ligeramente adaptada. Le enseñé una foto y le describí su altura, y Alicia, sin pensarlo, pronunció la frase que llevo años esperando escuchar:

—Por fin alguien te alcance y te abarque.


La bruja mayor había hablado. Y yo, sonriendo, me lo guardé como quien guarda un talismán.


El día terminó con aventuras ferroviarias dignas de manual: trenes que cambian de vía sin avisar, retrasos de horas por paquetes sospechosos y un silencio informativo que solo sirve para aumentar el caos. Lo mismo pasa en la vida: un poco de comunicación clara y se suavizaría el impacto de cualquier incidencia.

Regreso nocturno con transporte interdimensional


Cuando el tren decide que no te va a llevar hasta tu destino, la imaginación entra en juego. El revisor, con aire de maestro de pociones, pasó lista como quien cuenta ingredientes para un conjuro. Al final, nos tocó transporte alternativo… que bien podría haber sido un taxi, un autobús o, en caso extremo, un burro entrenado para dejarme en la puerta de casa.


La noche avanzaba y yo barajaba opciones: quedarme en la guarida de Alicia o seguir mi camino. Ganó la segunda, y pasada la medianoche, llegué a casa. Cargamento de chocolate intacto, alma rebosante y cansancio feliz.


Me instalé en la terraza con una copa de vino blanco, bajo una luna preciosa. Mi hermano, desde Cádiz, vigilaba a distancia como un guardián de mareas. Revisé de reojo el oráculo musical de David… le dejé un 🤍 en un rincón llamado Echoverse, y recibí un “Thank You ❤️” automático. Nada nuevo, pero tampoco esperaba señales esa noche.


Cerré el día con nuestro lema de hermandad, válido para trenes, amores y aventuras:

Si el no ya lo tengo… ¿qué pierdo con intentar el sí?